El Tanatorio Sevillano

Entre las historias de terror reales que nos han llegado al correo, la siguiente es una de las que me ha puesto los pelos de punta, la autora, María Manuela de Sevilla nos asegura que la historia es verídica y que pasaron una de las peores noches de su vida. Una noche del verano del 2008, mi amigo Leopoldo nos invitó a mi novio y a mi a acompañarle en su trabajo en uno de los tanatorios que hay en Sevilla. Leo se había quedado sólo por que su compañero había caído enfermo y le daba miedo pasar la noche alli. Para acceder al recinto había que llamar al timbre y mi amigo Leo era el encargado de abrir la puerta y recibir a los familiares que quisieran visitar a los muertos.  Lo primero que recuerdo de aquella noche es el frío que hacía allí dentro. A pesar de ser pleno verano y en Sevilla con 30 grados en plena noche, el tanatorio estaba bien acondicionado. Leo se encontraba a gusto ya que para el trabajo lucía un traje completo de manga larga y corbata, pero nosotros íbamos con ropa ligera. Nos habíamos llevado una baraja de cartas española para pasar la noche entretenidos, una cerveza y algo de picar. Así que nos dispusimos a jugar. Preparamos una mesa que había en el despacho de Leo, sacamos las cartas, la bebida, unas papas y unos cacahuetes para picotear. Después de varias partidas el juego comenzó a volverse aburrido así que Leo propuso echarnos las cartas para adivinar nuestro futuro. La madre de Leo es un poco bruja y se dedica a esto de adivinar el destino, pero de forma no profesional. Leo barajó las cartas y yo partí el manojo por la mitad. Después comenzó a ponerlas sobre la mesa y a lanzar su predicción. Estábamos de risas o como decimos aquí en España de cachondeo, riéndonos del juego de Leo, cuando de repente las luces del tanatorio se apagaron. Yo pegué un grito que hizo a mi novio y a Leo levantarse de las sillas de golpe. Acto después comenzamos a escuchar ruidos de una mujer gritando fuertemente. Los gritos provenían de una de las salas de velatorio. Leo consiguió encontrar la linterna ayudado por un encendedor que mi novio le había prestado y accionó la luz de inmediato. Acto tras el cual los gritos y suspiros dejaron de oirse. Lamentablemente no pudimos llamar a nadie. Aquel lugar estaba cerrado a cal y canto, nadie pudo haber entrado ni salido de allí sin usar el juego de llaves de Leo. Tampoco pudimos comunicar lo ocurrido a nadie, ya que Leo hubiese tenido problemas con nuestra visita y en el tanatorio hay cámaras que demuestran que nosotros estuvimos allí. Leo y mi novio revisaron el lugar pero todo estaba en orden. La mujer que había en una de las cámaras permanecía inmóvil. No sabemos que pude ser aquello, pero desde entonces, lo cierto es que entre nosotros surgió un vínculo de amistad más fuerte todavía. Siempre comentamos lo que nos sucedió incluso ahora que Leo ya no trabaja allí. Es una historia para no olvidar. Desde entonces los tres creemos en las cosas paranormales.