El fantasma de la Feria de Sevilla

Sevilla, una semana al año, ve como crece en el antiguo prado de Tablada una ciudad efímera, una ciudad de luz, color y alegría, es la Feria de Abril, que aunque parezca lo contrario también atesora historias particulares y una historia de aparecidos. Una curiosa historia nos encontramos en la Feria, en cierta caseta en la calle Ignacio Sánchez Mejías en la que al correr las cortinas y sonar el toque de queda en la Feria, en su interior quedaba un vigilante de seguridad que por las noches vivía algo singular. Todas las noches sentía como si alguien estuviera en la zona de la barra y al entrar se encontraba una botella de fino (algo que ya no se estila pues cedió su lugar al “rebujito” -manzanilla con Seven Up-) y catavinos a media medida. Una noche, al sentir el ruido y ante el temor que pudieran a él responsabilizarlo, entró rápidamente en aquella zona y encontró a un señor desgarbado, vestido de corto, desaliñado y con un clavel rojo sangre en la solapa, reventón. Le espetó: -¿Quién es usted?¿Qué hace aqui? ¿No ha tenido suficiente aún hombre de Dios? Aquel hombre se giró sobre los talones y le dijo descaradamente: -Yo tengo más derecho que usted a estar aquí, soy socio fundador. Fue tal la seguridad en sus palabras que el vigilante prefirió salirse fuera y dejar a aquel individuo que siguiera con su copa. Al día siguiente hubo una cena en la caseta donde los socios se reunieron y el vigilante trataba de encontrar a aquel visitante a deshoras, pero no lo halló. Así que informó al vicepresidente de la misma y este a su vez al presidente que se encontraba allí. El vigilante le contó lo sucedido y les describió al individuo. El presidente palideció y dijo: -¿Estas seguro de eso? Sacó de su cartera una foto en la que aparecían tres hombre: él, el vicepresidente y el visitante nocturno. El guardio dijo rápido: -¡Éste es! Me quedo tranquilo de saber que es de aquí y no un gorrón. Y entonces le dijeron al chico: -Es imposible, esta persona era un antiguo socio de la caseta, fundador, pero hace unos años tuvo un accidente cuando regresaba de la Feria y murió, no es posible que sea él. El silencio se hizo en aquel grupo que espero a que llegara ese momento en el que se aparecía, desde el otro mundo, aquel viejo amigo. Sintieron, ya de madrugada, ruido en la barra y cuando fueron a ver sólo encontraron la botella de fino, media medida en un catavinos y un clavel reventón rojo sangre sobre la barra, señal inequívoca de su presencia allí.